Los últimos meses han sido tiempos sin duda diferentes, para algunos más difíciles que para otros.
El exceso de encierro, Quedar sin trabajo, sobrecarga de tareas, cambio de vida, distancia, y más distancia.
Todos estos cambios tienen la potencia en sí mismos para entrar en el terreno de lo traumático. No sé puede dejar de lado la corriente subjetiva, las diferencias individuales de cómo impactan los sucesos. Sin embargo, un acontecimiento traumático tiene intensidad en sí mismo, al poder desestructurar una defensa “romper una membrana protectora” en palabras de Freud. Psicopatológicamente, además, el trauma puede definirse como una amenaza a la vida o la integridad de una persona o de alguien cercano a aquella. Incluso de alguien que tan solo se haya visto u oído.
Ahora, en este escrito busco referirme al “después” del acontecimiento.
Qué pasa ahora después de todo este tiempo, en que todo parece volver de a poco a la “normalidad”? Qué secuelas nos deja la pandemia?
Ahora, en este escrito busco referirme al “después” del acontecimiento.
Qué pasa ahora después de todo este tiempo, en que todo parece volver de a poco a la “normalidad”? Qué secuelas nos deja la pandemia?
Lo traumático parece cobrar su verdadera dimensión a través de un “segundo tiempo” en palabras de Ferenczi. Esto es, cuando al acontecimiento que produce el trauma lo sigue una desmentida, una ausencia de relato. Así es cuando a lo traumático puede seguir por ejemplo un retorno en forma de síntoma, que da testimonio de lo que está enquistado, que no ha tenido acceso al campo de la palabra (ver post anterior). En ciertos grupos puede darse incluso en forma de pacto denegativo, tendencia inconsciente grupal de querer dejar fuera determinadas temáticas.
Por lo tanto, más allá suceso en sí, lo que parece hacer del trauma un trauma propiamente tal es este efecto retroactivo del silencio en torno a aquel.
De lo que tenemos que hacernos cargo entonces, tanto en el cotidiano como en lo terapéutico, es hacer devenir los sucesos como los que hemos vivido dando espacios, por virtuales que estos sean, para el habla, ante lo cual no deja de ser útil el sentido común. De la angustia individual al tejido social, ya que incluso lo común en forma de sufrimiento puede echar a circular lo no hablado, para darle un sentido.
Por último, no está demás plantear lo que ya se ha venido hablando en otros sectores de la psicología, y es la idea de que la pandemia es de por sí un “segundo tiempo” una desmentida de todo lo que empezó a gestarse en el estallido social del año pasado.
Que podría venir a plantearnos, entonces, un tercer tiempo?