LA ADOLESCENCIA Y EL DESEO DE OTRA COSA

Por constanza Ibáñez B
  • Psicóloga clínica UC
  • Licenciada en Filosofía UC
  • Mg. Université Paris VII

En los últimos meses ha sido alarmante la pregunta por los adolescentes a propósito del confinamiento vivido.

Sufre la adolescencia? La repuesta claramente es afirmativa. Luego, de qué sufre la adolescencia? Pienso que esta pregunta, si bien es válida para el último tiempo, en realidad es transversal. Ha existido desde siempre como un enigma a partir de los no adolescentes. La premisa es que al adolescente algo le falta, carece en esencia. Pocas veces reflexionamos en la adolescencia como el lugar de un recurso o una capacidad: a saber, la de instalar nuevos ideales y paradigmas. 

Para el psicoanálisis, el adolescente que desde la infancia porta un “título en el bolsillo” en forma de un ideal del yo gestado desde sus padres o principales cuidadores, querrá ahora transitar por otros ideales lejos de la familia. Esto no es un salto al vacío, sino que, sobre la base de una ley, se transita de un ideal a otro.

Así como soltarse de un trapecio no para caer sino para tomar el otro. Es así como un camino inverso al de la primera infancia. En aquella, se pasa de ser el deseo del otro materno a constituir el mencionado ideal del yo. En la adolescencia, a partir de un ideal ya constituído, este se “transgrede” para ser objeto de deseo del Otro, como nos indica Doltó, a la vez que se intenta constituir como ser deseante. He aquí el dilema, que nos da la clave para un final “exitoso”: el poder ser reconocido como sujeto deseante y poder dejar de alojarse en el deseo de los padres. Es por esto que cuando aquellos consultan preocupados por un adolescente “transgresor” es más frecuente terminar trabajando con una herida narcisista frente a un hijo que ya no es lo que se quiere, que con un joven “problemático”.

El último tiempo ha necesitado un esfuerzo importante del mundo adulto de cambiar ciertas maneras muy instaladas de vivir y pensar(se). Se ha experimentado la desigualdad al desnudo, la soledad del ser, y la necesidad de adaptarse a una nueva normalidad. En este sentido, se ha tenido que pasar por una suerte de adolescencia como humanidad.

Esto es lo que me hace pensar, además de la acertada indicación de intentar dejar de tratar a adolescentes como niños, que puede ser bastante lo que podríamos pedir prestada a esta etapa de la vida como un recurso, no ya como una dificultad o un carecer.

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