“El objetivo en el caso del aniquilamiento es no sólo borrar toda huella de lo vivido, sino atacar la posibilidad misma del sujeto de abarcarla. Aquello que, habiendo sido vivido realmente bajo la forma del derrumbe y de la desaparición forzada, es negado en un sentido distinto a la negación planteada por Freud. Pues lo que está en juego es del orden de la desaparición y no de la represión – que supone la sobrevivencia simbólica de lo que fue afectado por ella. Concierne no sólo con lo irrepresentable y la anulación de todo testimonio, sino más radicalmente, de la desintegración del pacto social (Aceituno, 2010).
De acuerdo a la conceptualización de Kaës, el pacto denegativo es estructurante en la medida que participa de la función represora, es generador de olvido y memoria. No obstante, cuando se sustenta en la renegación contribuye al borramiento de las huellas de lo vivenciado, atacando la actividad de rememoración y ligadura. Esto dificulta que aquello vivenciado de manera traumática pueda ser elaborado y simbolizado, pues afecta las condiciones mismas que permiten al aparato psíquico realizar el trabajo de simbolización. En esta lógica perversa no sólo se cosifica al otro, reduciéndolo a objeto de goce, sino que se opera desmintiendo la condición histórica que es propia de la simbolización en la cultura (Cabrera, 2014).
Por lo tanto, los borramientos de la historia –como la de Chile, como tantas otras…. – se sustentan en modalidades del yo reconocibles en la dinámica de la perversión, y por tanto, de la desmentida. Donde lo que se reniega y rechaza es la realidad, es decir, los hechos históricos vivenciados. En este sentido, es que la renegación tiende a la destrucción: de lo vivido y también del aparato y con ello a la existencia del sujeto. Estas operaciones de desmentida dependen de otro y de otros, es decir, se juegan en el campo de lo social. En este sentido, no se trata tan sólo del “perverso” que reniega la realidad, sino del lugar del Otro en tanto lugar civilizador y de lenguaje (Aceituno, 2010). “
Extracto de “Locura y Perversión” (2016) por Ps. Romina Petersen.